El pescado es uno de los alimentos que forma parte de nuestra alimentación sana y equilibrada. Es una buena fuente de proteínas, vitaminas y minerales, y es muy fácil de digerir.
Los pescados se clasifican por tres tipos: blancos, semigrasos y grasos. Los pescados blancos contienen menos del 2,5% de grasa y están dentro de este grupo la merluza, el bacalao, el rape, la dorada y la lubina entre otros.
Los pescados semigrasos tienen entre el 2,5% y el 6% de grasa y son el cabracho, salmonete o besugo. Finalmente, los grasos o azules contienen más del 6% de grasa y encontramos el salmón, atún, bonito, caballa o sardina.
Para consumirlo en perfectas condiciones y para poder aprovechar todas sus propiedades, se aconseja mantenerlo a baja temperatura y consumirlo antes de dos días ya que es un producto perecedero. Si detectas que un pescado está en malas condiciones siempre es mejor que no lo consumas para evitar cualquier intoxicación alimentaria. A continuación te detallamos cómo podemos saber si un pescado es fresco y, así, poder consumirlo con total seguridad:
Ojos
Los ojos deben ser transparentes, brillantes, salientes y con las pupilas negras. En el caso que el pescado esté en mal estado, sus ojos estarán hundidos y amarillentos.
Agallas
Deberán tener un color rojo vivo intenso y estar limpias. Otra característica importante es que deben ser resbaladizas al tacto.
Olor
El olor debe ser marino, nunca debe tener un olor parecido al amoníaco o cualquier otro muy penetrante.
Carne
La carne es firme y elástica, no se desprende de los huesos y de la espina fácilmente al presionar con los dedos. Un pescado en malas condiciones tiene la carne más flácida y blanda.
Escamas
Las escamas de un pescado fresco están bien adheridas a la piel y deben ser brillantes. Si pierde muchas escamas o son viscosas significa lo contrario.
Cavidad abdominal
La cavidad abdominal debe estar totalmente limpia y eviscerada.
Imagen: Pixabay
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